Leer es para la mente como ir al gimnasio
La lectura implica procesos cognitivos que aumentarán tu capacidad para imaginar soluciones; y tal vez hasta hará de ti una persona más comprometida, por el simple esfuerzo que implica terminar un texto.
Sin la lectura viviríamos en un mundo meramente inmediato, en un presente continuo como lo hace el resto de los animales. O peor: no tendríamos la capacidad de abstracción e imaginación que la escritura y la lectura incentivan.
Leer también nos vuelve más veloces mentalmente y permite que nuestra experiencia sensorial sea más rica.
“Al leer, tres áreas de la corteza exterior del cerebro trabajan: el lóbulo frontal, encargado de procesar las imágenes; el lóbulo occipital, que asocia los símbolos que percibimos, o sea, las letras con un significado, y también el lóbulo temporal –cuenta el director científico del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y Lenguaje (BCBL) en San Sebastián, sin quitar los ojos del libro El tiempo entre costuras de María Dueñas–. Se ven claras diferencias morfológicas entre los cerebros de aquellos que leen y aquellos que no”.
“Cada vez que leemos, nuestro cerebro cambia. La lectura provoca alteraciones estructurales como todo aprendizaje –dice Carreriras, fanático de John Le Carré. El cerebro es un órgano muy plástico. Y leer es para la mente como ir al gimnasio. Desencadena procesos complejos y automatizados. Por eso nos parecen tan simples”.
Cuando leemos, cuenta Carreiras, no nos detenemos letra por letra. Escaneamos el texto. Si bien no dejamos de reconocer letras, no somos conscientes de eso. Leemos a pantallazos. Extraemos información a través de muchas fuentes de información. De ahí, la importancia de la tipografía, la relevancia del diseño gráfico, del “traje” que viste a un texto.
Según un estudio realizado en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, si una palabra viene acompañada por una serie de estímulos no lingüísticos cuando la leemos –ya sea un sonido, un olor, una sensación–, cada vez que nuestro cerebro vuelva a percibirla se estimularán también las áreas encargadas de procesar el estímulo no lingüístico asociado. O sea: cuando leemos palabras como “chocolate”, “medialunas” o “huevo frito” en nuestro cerebro se activan también aquellas zonas que utilizamos para captar olores y gustos.
Pero esta habilidad y costumbre, además de fortalecer la imaginación y la concentración, trasciende el mero hecho de consumir símbolos. “La lectura nos permite hablar con los muertos”, decía Francisco de Quevedo en el siglo XVI. Conecta personas a través de décadas y kilómetros, rompe las barreras del tiempo y el espacio: la lectura (y su hermana siamesa la escritura) nos permite transmitir pensamientos de generación a generación.
“Leer amplía la conciencia, aunque actualmente no sea lo más importante para la gente porque los demás formatos de comunicación dan prioridad al espectáculo y la gente se ha acostumbrado a privilegiarlo. La lectura ofrece en cambio numerosas posibilidades de conocer otros mundos, de entenderlos hasta en sus más insignificantes detalles, es fascinante.” (Margo Glantz, escritora)
“La lectura genera mentes activas, hay un ejercicio intelectual El libro le da un espacio al lector, lo considera un individuo que piensa, que tiene ideas propias, que puede llegar a sus propias conclusiones, que tiene que leer entre líneas. Cree en la posibilidad de que el otro, no solo va a absorber una historia, sino que la va a interpretar, o reinterpretar.” (Vivian Abenshushan, escritora y editora)
“La lectura implica un proceso cognitivo. Yo creo que podrías ser desde un mejor conversador, hasta alguien que entiende mejor los problemas del otro (…)El entender lo que alguien más escribió, te lleva a comprenderte a ti y a comprender al otro.” (Mónica Nepote, escritora)
Stéphane Mallarmé, el gran crítico y poeta francés del siglo XIX, decía que, al leer, un concierto solitario y silencioso se produce en nuestra mente. Todas nuestras facultades mentales están presentes en esa exaltación sinfónica. Neurocientíficos y psicólogos como Carreiras ahora amplían esta imagen: leer es una actividad tan musical como eléctrica. Todo un festín para el cerebro.